El cordobés es ejemplo de arquitectura sostenible en España y referente para las nuevas generaciones, que ven en él un mentor que solo piensa en regresar al origen, en construir casas como los grandes maestros y en defender las plazas como lugares de intercambio social.
Las búsquedas en el portal inmobiliario Idealista de casas en localidades con menos de 5.000 habitantes han subido un 3% entre enero y junio de este año. La pandemia solo ha acelerado lo que muchos arquitectos y urbanistas llevaban años anunciando: la vuelta al medio rural como escape a la masificación de las ciudades. Rafael de La-Hoz (Córdoba, 1955) siempre ha defendido este discurso. El arquitecto lleva años avisando de lo que ha ocurrido: “La ciudad del futuro debería ser parecida al campo”. No en vano lleva más de dos décadas trabajando la sostenibilidad y los valores sociales desde la arquitectura, siendo el gran referente español de los últimos tiempos en cuidado medioambiental con el hormigón y el acero.
“La arquitectura y la política no necesitan darse la mano”
Ganador del MIPIM Award al mejor edificio del mundo por el Edificio Pórtico de Madrid, del Premio Obra Internacional de la Bienal de Buenos Aires, del American Architecture Award del Chicago Athenaeum, del Premio de la Academia Design & Health 2017 al Hospital del Futuro y nominado al Premio de Arquitectura contemporánea de la Unión Europea y al Mies Van der Rohe en 2015, entre otros reconocimientos, De La-Hoz es un veterano al que las jóvenes generaciones escuchan en silencio, aunque él aún no se sienta parte de los 10 nombres más relevantes de la arquitectura española de los últimos 20 años.
Pero ahí está su obra, ya un legado, como el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles (Madrid), las Torres de Hércules en Campo de Gibraltar (Cádiz), la sede de Telefónica en Las Tablas (Madrid) y el edificio Gran Vía 48, el primero que se levanta en el siglo XXI en esta mítica vía madrileña.
edificio de oficinas Blue Building, Campus Repsol de Madrid, The Edge en Estepona (Malaga). © Alfonso Quiroga y Alfredo Caliz
La obra de De La-Hoz siempre se ha levantado con criterios verdes, vanguardia y pensamiento en su construcción, con un fin provocado de crear espacios urbanos más amables, más adaptados al entorno, más sociales. “Decimos admirar los valores de la naturaleza, pero luego queremos estar en la ciudad. Cuando nos preguntan cómo será la urbe del futuro, respondemos que será más verde, más segura, más limpia… ¡Eso son valores del campo! Pero al final nos gustan los grandes acontecimientos musicales, el botellón, la aglomeración del metro. Puede que el campo y la ciudad terminen convergiendo”, dice. Esta realidad que parece un ideal lleva casi dos siglos implantándose en urbes como Londres, con grandes parques salpicados de grupos de viviendas que terminan creando un entorno más verde, menos asfixiante. Todo el Reino Unido es un gran jardín inglés. “Las ciudades terminarán siendo más cercanas al campo, pero con una naturaleza más rotulada, más manipulada”, asegura, y pone de ejemplo muchas montañas que hoy están plagadas de pistas de esquí.
Manifiesto de la vivienda del siglo XXI
Como docente en muchas facultades de arquitectura del mundo, sus palabras en el aula siempre han provocado terremotos ideológicos en las generaciones venideras. Asegura que su sector vivía, antes de la COVID-19, una crisis de identidad importante que ahora espera que tome el giro definitivo.
“La arquitectura contemporánea surgió para satisfacer una serie de necesidades sociales, no era ya una arquitectura de palacios para príncipes o grandes iglesias; se preocupaba más del modo de habitar las ciudades, era más social… pero ahora hay frustración, pues nos hemos dado cuenta de que no hemos sido tan útiles como pensábamos, no hemos ayudado tanto”. Rafael de La Hoz
De la Villa Mairea de Alvar Aalto a la Villa La Roche de Le Corbusier o la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright, todos ellos pensaron sobre la forma de vivir, escribieron manifiestos sobre la vivienda perfecta y sobre el uso de los espacios domésticos. Crearon el modelo de vivienda que hoy tenemos y que poco a poco se ha ido transformando y perdiendo. “Hoy existe el pensamiento de que las casas y pisos se encargan a los arquitectos jóvenes porque si construyen un hospital cometerán errores, pero es al contrario, es más difícil hacer una buena casa que un buen hospital. Los arquitectos contemporáneos no han hecho una vivienda en su carrera; esto es escandaloso, parecen estar al margen de la construcción de uso privado. La ciudad debe tornarse hacia la naturaleza, y los arquitectos hacia la vivienda”. Por eso él, para 2021, ha querido volver al origen y tiene en marcha la construcción de varias casas particulares. “Es con lo que más disfruto en estos momentos”.
La revolución de los ciudadanos
El trabajo del estudio de Rafael de La-Hoz ha encontrado parte de su identidad en la construcción de oficinas, como las del Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Endesa u Oxxeo, un edificio que, además, consiguió la máxima certificación sostenible (LEED Platino). También es suyo el Campus Repsol, un complejo de cuatro edificaciones que rodean un amplio jardín para sus 4.000 empleados en Madrid. Esta construcción tiene, entre sus características, una gran plaza central que sirve de intercambio social y desconexión, algo en lo que el arquitecto siempre ha incidido, para así fomentar la interacción entre todos los trabajadores. “A los arquitectos nos duele que no se trate bien a estos espacios públicos, que son lugares de encuentro, y las plazas lo son; no hay centros comerciales en la historia de la arquitectura, pero sí muchas plazas que, además, están vinculadas a recuerdos personales de todos los que por allí pasaron. Es una tipología con miles de años”.
Recuperar estos lugares comunes es parte de su aportación a la arquitectura del siglo XXI. Colaborar para que sea el propio ciudadano el motor del cambio urbanístico y social de las grandes urbes, lejos de decisiones políticas. “No conozco ningún avance que haya salido del Boletín Oficial del Estado, es la propia vida del ciudadano la que provoca el cambio. Que la arquitectura y la política puedan transformar unidas las cosas es irrelevante ahora mismo, pueden hacerlo por separado, no necesitan darse la mano. Hay nuevos actores que impulsan la transformación de la ciudad, y con ellos deberíamos tener más contacto los arquitectos”. Se refiere a esos movimientos asociativos o agrupaciones vecinales que han logrado recuperar barrios degradados de grandes urbes. “Es muy interesante ver cómo colectivos de personas han transformado las ciudades con muy poco. En Madrid han rescatado y levantado barrios de los centros de las ciudades y sin políticos. Eran zonas que los mayores despreciaban y ahora los jóvenes las transforman con pequeñas intervenciones que son extraordinarias, con más verde, con aceras más grandes… Los jóvenes sí están transformando las ciudades”.
Volver al origen
Rafael de La-Hoz es un fiel defensor de la arquitectura como espectáculo y parte esencial de la Historia, como elemento transformador y de creación de identidad, pero una construcción sólida, alejada de los edificios-estrella que se dieron entre los años noventa y dos mil. “A veces no entiendo el desprestigio de la política, porque sus agentes son realmente verdaderos creadores, capaces de llevar a cabo sus propias ensoñaciones, de levantar edificios faraónicos asociados a dispendio y derroche”.
El caso de París, que cada lustro levanta un edificio icono en alguno de sus barrios, sería un buen ejemplo para seguir para De La-Hoz en cuanto al uso de estas magnas construcciones como reclamo turístico. “Es un nuevo entretenimiento para la ciudad, y eso es muy lícito. La arquitectura siempre ha sido espectáculo, como lo es la Puerta de Alcalá o el Palacio Real en la capital, y creo que esto no se debe abandonar. El aeropuerto de Madrid es un edificio excelente, bellísimo, y no es arquitectura espectáculo”.
En el equilibrio está la resolución del debate entre especulación y pragmatismo; también en el respecto al legado. De hecho, su estudio está terminando la rehabilitación del hotel Ritz de Madrid, el decano de la capital.
Pero que a Rafael de La-Hoz nadie le llame aún clásico. “En el flamenco algo es clásico cuando no se puede mejorar, pero en la arquitectura eso no ocurre, yo no he llegado a la perfección”. Su pico creativo está aún sin alcanzar. Es más, siente que ha dado marcha atrás en muchos aspectos de su vida profesional, pero esto le gusta: “Quizá ahora estoy en el momento de poner en duda todo, y esto me hace feliz, porque me lleva a la posición exacta en la que estaba en la Escuela de Arquitectura. Ahora estoy en el mismo lugar, pero al menos ya sé porqué”.